REDACCIÓN INTERNACIONAL.- Vestida de blanco, aunque cubierta con una chaqueta oscura, el pelo alisado en media melena, esposada y con gesto serio. Así, con un aspecto formal, ha entrado Ana Julia Quezada a la Audiencia Provincial de Almería, unos minutos antes de las nueve de la mañana de este lunes, camino del primer día del juicio en el que se le procesa por matar al pequeño Gabriel, el hijo de ocho años de quien en el momento del crimen era su pareja. El jurado popular, integrado por siete mujeres y dos hombres, escuchará primero a la acusada de asfixiar hasta la muerte al pequeño. La mujer se enfrenta a prisión permanente revisable solicitada por la Fiscalía por un delito de asesinato con alevosía y dos más de lesiones psíquicas producidas a los padres del niño, Ángel y Patricia.
Esta ha sido la primera exposición pública de Ana Julia Quezada, ante un despliegue de policías nacionales y no menos de una docena de cámaras y fotógrafos, una muestra de los 130 periodistas acreditados para seguir la vista, de ocho jornadas. Está previsto que la mujer, de 45 años, hable ante el tribunal de la sección segunda de la Audiencia.
Poco antes del comienzo de la sesión, han llegado los abogados. Primero el de Ana Julia, Esteban Hernández, arrastrando dos maletines. Luego Francisco Torres, el de los padres del pequeño Gabriel. No se han parado a hacer declaraciones. Quezada se enfrenta a la petición de la máxima pena por parte de los padres del pequeño y por la Fiscalía: la prisión permanente revisable. Su defensor, Hernández, considera que se trata de un homicidio imprudente y, en el peor de los casos, un homicidio doloso.
Sobre las 10 de la mañana se ha iniciado la formación del jurado. De las 36 personas convocadas, cinco han comunicado al tribunal que no podrían acudir. El jurado se ha constituido una hora y media después, con siete mujeres y dos hombres, además de dos suplentes (un hombre y una mujer).
En el auto de señalamiento del juicio oral, la presidenta del tribunal, Alejandra Dodero, expone los hechos que se enjuician. El 27 de febrero de 2018 Ana Julia Quezada sorprendió al pequeño cuando iba a jugar con sus primos cerca de la casa de su abuela en Níjar (Almería); le convenció para que subiese al coche y le acompañase a pintar la finca de Rodalquilar. Le llevó allí, un paraje deshabitado y apartado, a cinco kilómetros de casa de la abuela. Y encontrándose el niño —”inocente, confiado”— totalmente desprevenido, la acusada lo cogió, “le golpeó reiteradamente con violencia y con sus manos le tapó la nariz y la boca hasta provocar su fallecimiento por asfixia”.
A partir de ahí, el relato se vuelve estremecedor: Ana Julia cava una fosa, con una pala que había llevado días atrás y mete el cuerpo del pequeño. No cabe el brazo izquierdo y trata de cortarlo con un hacha, que solo consigue romperle los huesos. Le entierra.
Quezada por su parte, declaró que el niño se enfadó y la atacó con una especie de hacha. Entonces ella le golpeó con la parte roma de esa herramienta dejándolo inconsciente. Y que, asustada, luego le estranguló con sus manos, le desnudó y le enterró.
Durante la búsqueda del pequeño, la mujer simulaba estar “unas veces afligida, compungida y apesadumbrada” y otras les daba ánimos, “en una clara actitud de fingimiento y farsa”, prosigue el auto. El 3 de marzo de 2018, cuatro días después de la desaparición del pequeño, fue cuando dejó una camiseta del niño para que fuera encontrada y desviar la atención. El 11 de marzo desenterró al pequeño, le metió en el maletero y al volante, decía en voz alta: “¿Dónde lo puedo llevar yo?… A algún invernadero… ¿No quieren un pez? Les voy a dar un pez por mis cojones”. En Vícar la interceptaron. A 73 kilómetros del escenario del crimen acabó su huida.
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